Voluntario Diego Flor: un corazón dominguino al servicio de la Amazonía
Para conocer más sobre cómo vive esta experiencia, nos pusimos en contacto con Diego Flor, exestudiante de la UESF Domingo Comín, quien actualmente realiza su voluntariado en la comunidad salesiana de Bomboiza, en la Amazonía ecuatoriana. A través de esta entrevista, Diego nos compartió cómo transcurre su día a día y las huellas que esta misión está dejando en su corazón.
Desde que le dijeron que su destino como voluntario sería Bomboiza, supo que no era una casualidad. «Si Dios me mandó para allá, es porque ahí es donde mejor podré servir. Sentí alivio. Todos los nervios se fueron».
Desde su llegada, fue recibido con los brazos abiertos por la comunidad. «El primer día fue muy lindo. Me impactaron las instalaciones, pero, sobre todo, el cariño de los chicos y el ambiente familiar que se vive aquí».
Su rutina diaria es intensa, pero llena de sentido. Diego despierta a los chicos que deben cumplir con el oficio de vaqueros y luego levanta al resto para alistarse e ir al colegio. Tras el desayuno, mientras los jóvenes estudian, él realiza su oficio asignado o apoya a una profesora de básica en sus clases. Por la tarde, almuerzan juntos y luego se trasladan a la finca, donde trabajan en comunidad. El día termina con la cena, más estudio y la oración final. «Cada día está lleno de momentos que me hacen sentir que estoy en el lugar correcto».
Además de su trabajo, vive una relación fraterna junto al P. Marcelo Bravo, SDB, director de la comunidad; el P. José Delporte, SDB, vicario; y los padres Juan y Jaime, quienes son sus consejeros. «La convivencia con ellos es cercana, siempre están atentos, guiándonos como verdaderos hermanos mayores».
Uno de los momentos más divertidos que recuerda fue una carrera en el lodo para evitar pagar una pizza. «Ver cómo los chicos se reían, aunque se resbalen, fue una escena inolvidable». «Cuando los chicos se me acercan a pedirme un consejo o dicen que les gusta cómo soy, siento que mi presencia marca una diferencia».
En este tiempo ha aprendido palabras en shuar, ha rezado el Ave María en otro idioma y, sobre todo, ha descubierto una forma distinta, más humana y auténtica de mirar la vida. «He aprendido a no ponerme límites, a aprovechar cada oportunidad. Aquí se vive con fe y con entrega».
Su fe se ha fortalecido enormemente, la vocación salesiana cobra un nuevo sentido en la selva. «Estos jóvenes necesitan guía, necesitan de alguien que los acompañe en la fe».
A pesar de la distancia, mantiene el contacto con su familia. «A veces se me hace difícil estar lejos, pero cada mensaje o llamada me da fuerza para seguir».
Si pudiera hablar con Don Bosco, le daría gracias por fundar una Congregación que llega hasta los rincones más remotos con el amor de Dios. Porque en la selva, Diego no solo da su tiempo: está entregando su corazón.
Dennisse Vizcaino
Comunicación | Comunidad San Juan Bosco de Guayaquil