Indira Veloz, abanderada de la UESTAR: «Una mente brillante no es suficiente si no va acompañada de un corazón bondadoso»
Ser la abanderada de la Unidad Educativa Santo Tomás Apóstol de Riobamba representa mucho más que portar una insignia; es aceptar un compromiso profundo con los valores que Don Bosco nos dejó como herencia. Es el compendio de lo que significa vivir el carisma salesiano: el equilibrio entre la excelencia académica y la excelencia humana, la entrega, el testimonio y el servicio alegre.
Cuando sostuve la bandera frente a toda la comunidad educativa, sentí que representé no solo el esfuerzo de varios años, sino también los ideales de fe, solidaridad y amor, resiliencia y felicidad que nos inculcan desde el primer día en que formamos parte de la vida de un colegio salesiano.
Recuerdo con especial devoción la procesión de la Virgen Auxiliadora, un momento sagrado que, año tras año, marca la vida de cada uno de nosotros. Las fiestas de Don Bosco han sido momentos claves en nuestra vida. Los patios se llenan de risas, de juegos, de cantos que celebran la vida y el legado de nuestro fundador. Las palabras de Don Bosco resuenan en nuestras mentes y corazones: «Haz que la santidad sea alegre». Y es precisamente esa alegría la que siento cada vez que participo en estas celebraciones, no solo por el gozo que compartimos como comunidad, sino por la profunda enseñanza que hay detrás: la santidad no es algo lejano ni frío, sino una realidad que se vive en lo cotidiano, en la amistad, en el estudio, en la entrega generosa.
El carisma salesiano nos enseña que la verdadera educación está en el corazón, en la capacidad de formar personas integrales, capaces de transformar su entorno con amor y servicio. En este sentido, ser abanderada es mucho más que un logro personal; es una responsabilidad compartida con quienes me han guiado en este camino. Pienso en mis educadores, en mis compañeros de aula y en mis padres y hermanas que me han enseñado que esta condecoración va más allá de tener las mejores calificaciones, se trata también de contribuir al cambio que queremos ver en el mundo, como bien Gandhi lo dijo un día. Pues una mente brillante no es suficiente si no va acompañada de un corazón bondadoso que le motive, y que así finalmente se llegue a la verdadera grandeza.
Lo que realmente cuenta es la huella que dejamos en los corazones de quienes nos rodean. Es la sonrisa de un compañero al que ayudamos, el gesto de bondad con el que respondemos a una injusticia, la mano tendida al que más lo necesita, donde se encuentra el auténtico triunfo.
Alzando esa bandera, me comprometo a seguir el camino que Don Bosco nos marcó, a vivir con alegría, a ser signo de esperanza y a mantener siempre en alto los valores que me formaron. Porque, al final, llevar esta bandera es portar el amor en lo más alto, es ser testimonio vivo de que el corazón educado es el que transforma al mundo.
Indira Veloz
Abanderada del Pabellón Nacional – UESTAR