Susana Jaya: una educadora con corazón salesiano

En nuestra Familia Salesiana es común escuchar a laicos, laicas, religiosos y religiosas, dentro de sus ambientes pastorales y educativos, una frase muy conocida: «Si estoy aquí, es porque María Auxiliadora me trajo». Esta oración se acompaña de una mirada profunda, pupilas brillantes y un tono de voz alegre, emocional y profundo. De esta manera, lo cuenta también Susana Jaya, quien tiene 15 años trabajando como educadora en el Proyecto Salesiano Ecuador (PSE) en Quito. Ella recuerda con cariño que la primera persona que le dijo esto fue el P. Ivanno Zanovello, cuando la recibió como educadora y hoy siente esta frase en su vida día tras día.

Susy, como la conocen las niñas, niños y las familias con los que ella trabaja, inició como profesora de computación en la Unidad Educativa San Patricio (UESPA); al poco tiempo, le ofrecieron el trabajo de educadora de calle. Ella aceptó este reto, que más tarde le cambiaría completamente la percepción de su trabajo.

«Al inicio decía: ‘Dios mío, ¿qué hago aquí?’», dice Susy evocando sus primeros días en el Centro de Referencia La Marín, pero con el tiempo, ese trabajo se convirtió en algo más que un simple empleo; se convirtió en su vida. Ella menciona con agrado: «Podía estar en la vida de ellos» y asegura que ya no era un tema de horarios. Cada día le contaban sus cosas, sus problemas y afirma que cada jornada es una experiencia totalmente diferente.

Días soleados y días de lluvia

Para Susy, lo más bonito de su trabajo es «estar con los chicos». Ella lleva muy marcada una frase que repite constantemente con un tono carismático: «Tengo un hijo. Pero yo tengo 101 hijos». El nombre de su hijo es Deivis, de 11 años de edad, al cual ama con todo su corazón. Pero además de él, también considera como sus ‘hijos’ a los cientos de jóvenes, niñas y niños que asisten a los centros de referencia y programas del PSE.

Como en toda historia, hay días soleados y días de lluvia. Para Susy, es un reto cuando hay chicos con los que se vuelve compleja la orientación y guía. Para ella, hay que ser persistentes y estar siempre presentes. «Hay chicos que me han hecho llorar. Vienen y te dicen de todo», indica esta educadora mientras recuerda algunos momentos difíciles de su labor. Pero a nivel personal, a Susy lo que más le ayuda a enfrentar los retos en su trabajo, es el cariño que ellos le demuestran.

Actualmente, Susy trabaja en el programa del PSE ubicado en Chillogallo, al sur de Quito. Cuando alude a las anécdotas y experiencias de su trabajo, una frase resume lo que siente su corazón: «Me siento querida». Para ella, Dios pone también tantas motivaciones que le permiten un equilibrio espiritual y mental en su cotidianidad. Especialmente, las niñas, niños y jóvenes son quienes le demuestran un cariño profundo y signos llenos de afecto que trascienden las fronteras de un aula o de una organización.

Don Bosco, una luz que permite volver al camino

Para Susy, Don Bosco es un guía, un referente. «Cuando leo algo de la vida de Don Bosco es acordarme de cómo lloré, cómo reí y me aclara el horizonte, el por qué estoy aquí. (…) Nosotros también somos un Don Bosco». Con mucha admiración y cariño, recuerda de la misma manera a varios salesianos que han marcado sus primeros pasos: como el P. Ivano Zanovello, el P. Robert García, el P. Francisco Sánchez, entre otros. Reconoce que siempre le han demostrado cercanía: «sentía que ya me conocían desde hace tiempo».

En conjunto, el trabajo de un educador o educadora salesiana, como Susy, impacta, de manera especial, en la vida personal. El sumarse al sueño de Don Bosco no es un camino sencillo, pero las experiencias y frutos son evidentes. Para Susy, este trabajo le ha permitido mejorar sus lazos como madre, como profesional y su relación con Dios. «Antes de ingresar, creía en Dios, pero ahora creo más. Porque en estas familias encuentras una felicidad única y realmente encuentras a Dios en ellas».

Marco Padilla

Oficina Salesiana de Comunicación

Fecha: 2024-02-05

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