Salvemos a Ecuador de los narcos

Ecuador ha caído en una espiral de violencia que recuerda mucho a la Colombia de la época de Pablo Escobar. El país intenta reaccionar ante la ofensiva de las mafias locales y transnacionales, pero no puede hacerlo solo. Para entender lo que está pasando, VITA entrevistó a Romina Cozzani del Cisp y al padre Marcelo Farfán, inspector de los Salesianos.

Ecuador ha estado en las primeras planas de los diarios en los últimos días, tras la fuga de prisión de dos de los capos del narco, «Fito» y «El Salvaje», pertenecientes a Los Choneros y Los Lobos. Son las dos principales bandas que están sembrando el terror en el país sudamericano. Con coches bomba, atentados, secuestros, asesinatos y acciones sensacionales como la ocupación de canales de televisión, universidades y hospitales. El miércoles pasado fueron declaradas «organizaciones terroristas» por el presidente Daniel Noboa.

Actualmente las siete principales cárceles de Ecuador están en manos de narcos, que mantienen como rehenes a 178 guardias penitenciarios desde hace 5 días. Noboa dio a las Fuerzas Armadas la libertad de utilizar métodos militares. La Conferencia Episcopal del Ecuador ha emitido una declaración urgente titulada «La violencia no prevalecerá», pero con la guerra en curso, es difícil prever escenarios serenos para el país hoy. Hoy el más violento de América Latina debido a la elección de los cárteles del crimen transnacional de elegirlo como el principal centro de exportación de drogas a Europa y Estados Unidos.

Para hacer un balance, VITA entrevistó a Romina Cozzani, representante en el país del Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos, Cisp , quien reside en Ecuador desde hace diez años y al padre Marcelo Farfán, inspector de los Salesianos en el país sudamericano . Para este último «lo que vemos en nuestro país no coincide con el espíritu ecuatoriano ni con nuestra forma de ser. Nos sentimos como si nos hubieran invadido algo extraño».

¿Cómo está la situación doctor Cozzani?

Muy triste porque veo al Ecuador en un contexto global y hay temor de que el país por sí solo no pueda encontrar una salida digna en relación al narcotráfico. Ahora los carteles mexicanos gestionan el mercado de la coca, pero también está la mafia albanesa, por lo que se presenta un escenario con más actores internacionales. La gente está desesperada, pero reconoce en nuestra ayuda la fuerza que surge de hacer las cosas juntos y aprende a tener mayor conciencia.

Por supuesto, fortalecer la conciencia sobre los propios derechos es difícil. Al final de cada uno de nuestros proyectos damos una sesión informativa y se ve que a la gente le cuesta confiar en las propias comunidades y en las instituciones. Pensamos que podemos generar confianza en el territorio y con nuestro pequeño esfuerzo lo hemos logrado pero lo más claro que ha quedado claro es que el sentimiento de la población de creer en una mejora se está agotando.

Padre Farfán, la situación es grave y se ha declarado conflicto armado interno. ¿Cómo está reaccionando la población?

Está presa del miedo. En el país las escuelas, la mayoría de las empresas, industrias e instituciones solo trabajan de forma remota porque no sabemos qué puede pasar.

Siendo usted ecuatoriano, padre, ¿cómo explica esta explosión de violencia?

El creciente empobrecimiento de la población es resultado no sólo de la pandemia sino también de la caída de los precios del petróleo a nivel internacional. Ecuador es un país dependiente del petróleo crudo. Luego están las políticas equivocadas de los últimos tres presidentes, que han debilitado la capacidad del Estado para controlar el narcotráfico y la violencia, reduciendo las inversiones.

A todo esto, se suma la disminución de la inversión en educación. El resultado es que las pandillas se han aprovechado del empobrecimiento de las familias. Y jóvenes de sectores populares sin acceso al trabajo ni a la universidad. Este es un caldo de cultivo perfecto para las pandillas locales, presentes especialmente en las zonas más populares de la costa ecuatoriana, en el Pacífico.

Dr. Cozzani, ¿qué hace Cisp en Ecuador, donde está presente desde hace treinta años?

Nos iniciamos en el ámbito de la pesca artesanal. Hoy trabajamos con el Ministerio de Pesca cuyos técnicos nunca han visitado las zonas en las que operamos. Somos una ONG que trabaja en dos frentes, desde la asistencia humanitaria hasta el desarrollo. Contamos con cinco oficinas. Uno en la zona fronteriza norte en la provincia de Esmeraldas, en la costa, y otro también en la frontera con Colombia, en una provincia llamada Sucumbíos.

Una tercera en el sur del país, en la frontera con Perú, en la provincia de El Oro y luego nuestra oficina histórica en la ciudad de Manta (donde asesinaron al alcalde en julio del año pasado, ed.). Finalmente, la oficina de Quito, que coordina a alrededor de cuarenta de nuestros colaboradores, lo que dada la situación actual es una tarea muy exigente. Nuestro objetivo es fortalecer las capacidades de las comunidades, pero también de las instituciones para crear sinergias entre ellas, para que una vez finalizado el proyecto puedan continuar con las actividades en la zona por su cuenta.

La provincia de Esmeraldas, donde al proyecto original de pesca artesanal Cisp sumó la acuicultura en la zona de manglares, es una de las más afectadas por el narcotráfico y la violencia.

Sí, es un ecosistema en una región fronteriza con Colombia, una zona de conflicto y actividad ilegal. Y es difícil fortalecer una actividad productiva que nunca podrá alcanzar el margen de otra (venta de medicamentos, ndr.) y por eso trabajamos con muchas redes de mujeres para quienes el «alimento vivo» es la única fuente de supervivencia. Aquí hay concha, la concha negra, una especie de mejillón y cangrejos, pero las condiciones de pesca son muy duras. En los manglares los lugareños los recolectan entre el barro y los insectos, pero a esta dificultad se suma la presencia de todos los grupos vinculados al narcotráfico. Por eso empezaremos a trabajar con los jóvenes, aunque la situación no sea sencilla.

Padre Farfán, ¿cuál es el compromiso de ustedes Salesianos en Ecuador?

Seguimos enfocándonos en la educación de jóvenes de grupos sociales populares. En la costa estamos presentes en Manabí y Esmeraldas, donde trabajamos en uno de los barrios donde las pandillas son fuertes y los hermanos salesianos corren mucho riesgo. También tenemos una escuela en Guayas y El Oro donde nuestras casas son un espacio con más esperanza para la educación, para crear oportunidades. También en Guayaquil donde trabajamos con niños de la calle y tenemos un centro de referencia en Monte Sinaí, un barrio popular. Todos son proyectos que buscan establecer una relación con la población y con los jóvenes para evitar que caigan en el narcotráfico. Y darles algunas habilidades para la inserción laboral.

¿Cuántos Salesianos hay en Ecuador?

Sólo 132, pero es una presencia muy significativa con 22 escuelas en la costa, en la sierra y en la Amazonía. Tenemos una universidad muy importante con 25.000 estudiantes en Guayaquil, Quito y Cuenca. Y organizamos jornadas para jóvenes en situación de vulnerabilidad en 7 ciudades. Por no hablar de los numerosos centros parroquiales. Pero también trabajamos con la población indígena de la Amazonía, de los Andes y con los afrodescendientes. Hacemos lo que podemos y aportamos nuestro pequeño granito de arena, cada día.

Fuente: Portal VITA

Fecha: 2024-01-13

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