Kenia Quintero: «Dios me mostró el camino a través del voluntariado»

La historia misionera de Kenia (25) comenzó casi por casualidad, pero pronto se transformó en un camino de fe y compromiso que la llevó a servir en la Costa, Sierra y Oriente del país. Cuando estaba por finalizar la carrera de Psicología en la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) de Guayaquil, conoció a los salesianos al acercarse al Departamento de Pastoral, motivada inicialmente por el deseo de participar en actividades juveniles y conocer otras realidades.

Aunque reconoce que no era apegada a la religión, una experiencia durante su primera misión en Cascol cambió por completo su rumbo. En una eucaristía de Miércoles Santo vivió un encuentro inesperado con Dios que marcó el inicio de su vocación.

Tras graduarse como psicóloga, Kenia realizó el voluntariado nacional y ahora se prepara para viajar a Bolivia, donde continuará el camino que Dios ha trazado para ella: el voluntariado misionero internacional.

¿Qué fue lo que te motivó a dar este paso y lanzarte a la experiencia del voluntariado internacional?

Definitivamente fue Dios. En la capilla, durante mi primera experiencia misionera en Cascol, me reconcilié con Él y dejé que obrara en mi vida. Cuando regresé a mi casa, dije: «Dios, guíame a dónde tú quieras». Y solté mi vida en manos de Él.

¿Qué señales de Dios descubriste en este camino?

Una muy especial fue a través de la canción «Señor, toda mi vida nueva», que escuché por primera vez en un encuentro del MJS en Macas. Allí asistí a un envío de voluntarios y cuando comenzó a sonar esa canción, lloraba sin explicación.

Cuando fui voluntaria nacional, lloraba con la canción, pero cada vez menos. Y en la última eucaristía que fuimos enviados, pensé que iba a llorar otra vez, pero sentí una calma profunda. Para mí, esa calma fue Dios diciéndome: «Desde que te llevé a Macas, este era tu camino».

¿Cómo fue tu experiencia de voluntariado nacional en Bomboiza y Esmeraldas?

En Bomboiza fue un gran reto. Llegué a una comunidad donde la voz de la mujer no es tomada en cuenta con facilidad. Yo acompañaba sobre todo a grupos de chicos y para ellos era extraño que una mujer estuviera allí guiándolos.

Al principio no les dije que era psicóloga; solo me presenté como «Kenia». Compartir los juegos, los recreos y la vida cotidiana fue clave para conectar con ellos. Cuando supieron que era psicóloga, sí sintieron resistencia, pero la cercanía —como enseñaba Don Bosco— rompió esas barreras. Con el tiempo implementé un centro de escucha y terminé teniendo fila de jóvenes que buscaban un espacio para hablar.

En Esmeraldas fue más sencillo porque hablaba el mismo lenguaje con los jóvenes. Allí también pude hacer un buen trabajo con el apoyo de la comunidad. Acompañaba los retiros espirituales y los diferentes encuentros con los chicos.

¿Qué esperas aprender en la comunidad donde realizarás tu voluntariado?

Voy sin expectativas, como siempre voy a mis lugares de voluntariado. Antes de salir de mi habitación siempre digo: «Dios, sé Tú y no yo». Quiero aprender lo que Él quiera enseñarme. En las misiones se da un aprendizaje mutuo: quienes creemos que vamos a ayudar, también terminamos profundamente transformados.

Creo que si el voluntario no cambia durante la experiencia, algo está mal, algo no llegó. Mi formador decía: «Quien vuelve de misiones igual, no hizo misiones». Y es verdad.

¿Qué dones quieres ofrecer al servicio de la comunidad?

Uno de mis dones más importantes es la empatía. Sin empatía no podemos hacer nada. La empatía te permite ver más allá de lo evidente y comprender qué hay detrás de la conducta de un niño o un joven. El segundo es mi preparación profesional porque es necesario tener conocimientos para ayudar a las personas. Desde que supe que estaría en una obra con niños, me he preparado buscando recursos para trabajar mejor.

¿Qué rasgo de Don Bosco deseas vivir cada día en tu misión?

La cercanía que tenía con los jóvenes. Don Bosco siempre estaba pendiente de todo y de todos. Me marcó su lema: «Siempre alegres». No significa estar de ‘payaso’, sino siempre estar optimista frente a las situaciones de la vida.

¿Qué mensaje darías a los jóvenes que piensan en hacer una experiencia de voluntariado?

Yo les diría que las preguntas y los miedos siempre van a estar. No importa si quieres hacer el voluntariado nacional o internacional, el miedo va a estar porque sales de tu zona de confort y te enfrentas a algo totalmente desconocido.

Si ya tienen el ‘bichito’ de hacer esta experiencia, esa ya es una respuesta. Los miedos no desaparecerán, pero son llevaderos cuando se camina de la mano de Dios. Y si tienen dudas o preguntas, Dios las va respondiendo en el camino del voluntariado.

Creo que esta es una experiencia maravillosa. No importa lo que estén estudiando: ser voluntario es esencial para encontrarse con la vida real fuera del cuarto de estudio y aprender a trabajar con las personas.

Cristian Calderón
Oficina Salesiana de Comunicación

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