Santa María Troncatti: protectora, luz y guía del Voluntariado Juvenil Misionero

La figura de Santa María Troncatti brilla con especial fuerza en la vida de la Familia Salesiana del Ecuador, particularmente en la experiencia del Voluntariado Juvenil Misionero. En 2019, en Macas, durante la celebración del Envío de Voluntarios Sierra/Oriente 2019-2020, se la reconoció oficialmente como patrona y protectora de esta propuesta. El Voluntariado, considerado por la Familia Salesiana como la «perla preciosa» del país, es la expresión concreta de un camino compartido que, desde hace más de cincuenta años, sigue creciendo y renovándose como opción significativa para los jóvenes que desean dar un tiempo de sus vidas dentro o fuera del Ecuador. Nombrarla protectora expresa el profundo vínculo de amor y admiración que los voluntarios y la Familia Salesiana sienten hacia su testimonio.

En el año 2020, el equipo animador del Voluntariado Juvenil Misionero buscó una figura significativa que animara a los jóvenes a vivir con coherencia, decisión y esperanza su servicio. ¿Quién mejor que María Troncatti para convertirse en referente y guía? Joven italiana, valiente y generosa, dejó su tierra natal y a su familia para venir como misionera al Ecuador, particularmente a la selva amazónica. Su gesto se refleja hoy en cada voluntario que, tras un proceso de formación, se despide de su hogar, de sus amigos y de sus estudios para entregarse con pasión a la misión de servir.

Hija espiritual de Don Bosco y Madre Mazzarello, Santa María dedicó su existencia a servir con alegría y compasión a los más pobres y necesitados. Educadora, enfermera, catequista, mediadora de paz… su vida fue una entrega constante. Todo lo realizaba con paciencia y ternura, ofreciendo a cada persona un amor fraterno inquebrantable. Su disponibilidad para brindar consuelo y esperanza se convirtió en un signo de generosidad total. De la misma manera, los jóvenes voluntarios están llamados a ser presencia de vida y de esperanza allí donde la obediencia los envía.

Sor María asumió la catequesis y la evangelización con creatividad y alegría, ayudando a todos a encontrarse con Cristo. Hoy, los voluntarios continúan este legado acompañando comunidades, compartiendo la fe y siendo signo de cercanía en medio de quienes más lo necesitan. Mujer sencilla, de profunda vida interior y corazón abierto a los pobres, nunca permanecía indiferente frente al sufrimiento: corría al encuentro de quien necesitaba curación, apoyo o consuelo, ofreciendo a todos un trato justo e igualitario. Ese mismo espíritu inspira a cada voluntario a pronunciar con convicción: «¡Voy yo!», manteniéndose siempre disponible para el servicio.

La intercesión de Santa María Troncatti fortalece la experiencia del Voluntariado, recordando que cada servicio realizado con amor transforma tanto a quien lo recibe como a quien lo ofrece. Así, ella sigue siendo faro y madre en el camino misionero de los jóvenes salesianos del Ecuador. Lo que el Voluntariado reconoce en su patrona es un modelo vivo de lo que significa ser misionero hoy: dar la vida con generosidad, compartir la fe con sencillez y servir sin distinción. Ella inspira a los jóvenes a salir de sí mismos, a dejarse interpelar por las necesidades de los demás y a descubrir en la misión una escuela de humanidad y de santidad.

Su vida de oración y su íntima unión con Jesús en la Eucaristía fueron la fuente de su fuerza y audacia misionera. «Una mirada al Crucifijo me da vida y coraje para trabajar», repetía con frecuencia. Los voluntarios, portando la cruz como signo de su compromiso, siguen este mismo camino de servicio y solidaridad al estilo de Don Bosco. Jóvenes generosos, que ponen en pausa su cotidianidad para decirle «sí» a Dios, renuevan con su entusiasmo las comunidades salesianas y, a ejemplo de María Troncatti, entregan lo más valioso que tienen: su vida.

Que Santa María Troncatti siga acompañando a los voluntarios en su misión y que su testimonio suscite nuevas vocaciones generosas que, como ella, sepan escuchar y responder con un decidido ¡sí!, a la llamada de Dios.

Sor Silvia Segovia | Miguel Mera
Fuente: Boletín Salesiano 452

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