Cristian Lita: «El voluntariado no vale la pena, el voluntariado vale la vida»

El próximo 12 de noviembre, en la ciudad de Macas, se celebrará la Eucaristía de Envío de los Voluntarios Misioneros Internacionales, una ceremonia especialmente significativa al conmemorarse los 150 años del primer envío misionero salesiano realizado por Don Bosco. Este sueño se continúa plasmando con el «sí» generoso de jóvenes ecuatorianos que saldrán del país con la misión de anunciar a Cristo por el mundo.

En la antesala de este gran acontecimiento, conversamos con los jóvenes que forman parte de este grupo de voluntarios. El primero de ellos es Cristian Lita (23), quien desde los 16 años participa activamente en la vida pastoral de la Comunidad del Prenoviciado, colaborando en el oratorio y en la parroquia.

Tras culminar su Licenciatura en Ciencias de la Educación con mención en Filosofía en la Universidad Politécnica Salesiana, Cristian decidió dar un paso más en su camino de fe: asumir la experiencia del voluntariado misionero internacional. En esta entrevista comparte las motivaciones, aprendizajes y esperanzas que lo acompañan en esta nueva etapa.

¿Qué te motivó a decir sí a la experiencia del voluntariado misionero internacional?

Mi mayor motivación fue la experiencia previa de voluntariado nacional que hice en la Comunidad San Felipe Neri de Esmeraldas en el año 2019. Después de eso, continué muy vinculado al oratorio, ayudando en el Prenoviciado, en comunicación y en distintas actividades de la Parroquia. Todo ese camino me fue llevando poco a poco a tomar la decisión.

Uno sale del voluntariado nacional con la «espinita» de que, algún día, podría vivir algo más. Empecé a planteármelo cuando ya estaba por terminar la carrera universitaria. Pensaba: “Ahora que tengo esta formación, puedo aportar más, desde un ámbito más profesional”. Sentía que estaba más preparado para servir mejor.

¿Cómo descubriste que Dios te llamaba a esta misión en el extranjero?

Fue un proceso de discernimiento en el día a día del apostolado. Ahí me fui dando cuenta de que este camino era afín a lo que Dios me pedía. Sentía que, aunque estaba bien en el oratorio, había algo más. No sabía exactamente qué, pero el Señor fue poniéndome en el camino a las personas y los acompañantes adecuados.

¿Qué esperas aprender de la comunidad y de la cultura donde compartirás tu servicio como voluntario?

He sido enviado a Perú, aunque aún no sé con certeza a qué parte. Intuyo que será una misión amazónica, pero hay otras posibilidades. Lo que sí tengo claro es que voy con el deseo de aprender y de abrirme a la cultura local.

¿Qué dones vas a poner al servicio de este lugar de misión?

Principalmente mi formación profesional. Soy educador y ese es un don que quiero poner al servicio de los demás. Pero, también están los dones que Dios me ha regalado a lo largo del camino pastoral: la catequesis, la comunicación, el trabajo en equipo y, sobre todo, la escucha.

Me gusta estar con la gente, acompañar más que hablar. Creo que los gestos sencillos también comunican mucho.

¿Qué valor del carisma salesiano quisieras transmitir a los niños y jóvenes con los que vas a trabajar?

Creo que el valor que más quiero vivir y transmitir es el «sacramento de la presencia», esa asistencia cercana y significativa de la que tanto se habla en la Congregación. A veces creemos que estamos presentes, pero no nos involucramos de verdad en la vida del otro.

Quiero que mi presencia sea significativa, que aporte, que acompañe y que ayude a los jóvenes a descubrir a Dios en lo cotidiano, en lo sencillo, en lo que pasa cada día.

Un mensaje para que más jóvenes se animen a vivir la experiencia de voluntariado…

Vivimos en un mundo muy acelerado, y darse tiempo para los demás —y también para uno mismo— vale muchísimo. En mi voluntariado nacional aprendí algo que una hermana me dijo y que nunca olvidé: «El voluntariado no vale la pena, el voluntariado vale la vida».

Y es cierto. El voluntariado es compartir la propia vida con los demás. Les diría que se arriesguen, que se animen a vivir estas experiencias que nos hacen valorar la vida, apostar por los jóvenes, por el carisma, por los espacios donde realmente se encuentra a Dios.

A veces lo buscamos en lo alto, pero Él está en lo cotidiano, en lo concreto, en las personas que tenemos al lado. Y qué mejor momento para hacerlo que ahora, cuando somos jóvenes y podemos dar lo mejor de nosotros.

Cristian Calderón
Oficina Salesiana de Comunicación

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