Familia Salesiana del Ecuador despide al «Padre Gigi», misionero salesiano de corazón indígena
La Familia Salesiana del Ecuador despidió al P. Luigi Ricchiardi, conocido cariñosamente como el «Padre Gigi», quien dedicó su vida misionera al servicio de los más pobres del país. La misa en su memoria, celebrada en la parroquia Cristo Rey de La Tola, en Quito, reunió a fieles, amigos y hermanos salesianos que fueron testigos de su legado de fe, servicio y amor.
El «Padre Gigi» nació en Turín, Italia, en 1932 y llegó al Ecuador en 1975. Desde entonces, se convirtió en un referente de la misión salesiana en diversas comunidades del país. Su labor pastoral incluyó la formación de jóvenes en el Posnoviciado, el acompañamiento a pueblos indígenas en Bolívar y Cotopaxi, y el trabajo con niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad en barrios populares de Quito, Guayaquil y Cuenca.
Antes de la misa, el féretro con los restos del «Padre Gigi» fue acompañado en procesión desde el templo Cristo Rey hasta el coliseo de la Unidad Educativa Don Bosco, en un recorrido emotivo marcado por la oración, el canto y el silencio reverente. Los estudiantes de la institución formaron una calle de honor, homenajeando con respeto y admiración al misionero que dedicó su vida a compartir el amor de Dios entre los más necesitados.
Durante la homilía, el P. Marcelo Farfán, sdb, inspector de los Salesianos en el Ecuador, destacó tres signos que caracterizaron la vida del «Padre Gigi»:
1. El café expreso como signo de humanidad y servicio: el «Padre Gigi» siempre preparaba café para sus hermanos, laicos y todos con quienes compartía la mesa, creando espacios de diálogo y cercanía. Este gesto cotidiano reflejaba su capacidad de escucha profunda y su deseo de imitar a Jesús en el servicio a los demás.
2. El poncho y el sombrero como opción por los pobres: Desde su primeros años en el Ecuador adoptó el uso del poncho y el sombrero, no como una cuestión folclórica o para protegerse del clima, sino como un signo de su opción preferencial por los pobres y su deseo de encarnarse en la cultura indígena.
3. El rosario como expresión de su devoción mariana: El rosario siempre lo acompañaba, y lo rezaba diariamente. Se sentía un hijo predilecto de María Auxiliadora y confiaba plenamente en su guía espiritual.
A continuación, Monseñor Alfredo Espinoza, sdb, Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador, quien presidió la Eucaristía, compartió una emotiva reflexión sobre las tres gracias que marcaron la vida y partida del Padre:
1. Morir en la Iglesia: El Padre Gigi entregó su vida y su muerte a la Iglesia, sirviendo con humildad y fidelidad hasta el final.
2. Morir en la esperanza: Se fue con la certeza de que alguien lo esperaba al otro lado, viviendo con los pies en la tierra y el corazón en el cielo.
3. Morir dejando una herencia: Su legado no es material, sino espiritual: su testimonio de vida, su ejemplo de servicio y su amor por los más necesitados.
A este último adiós llegaron, desde Zumbahua, catequistas y amigos del Padre Gigi, quienes compartieron con él una etapa significativa entre 2003 y 2009, cuando fue párroco de la zona. Durante esos años, no solo acompañó espiritualmente al pueblo, sino que también aprendió y enseñó sobre la riqueza de la cultura indígena local.
Esther y Hortensia, catequistas de esa comunidad, viajaron hasta la Parroquia Cristo Rey para despedirlo y acompañarlo en su regreso a la Casa del Señor. Esther recuerda con cariño cómo el «Padre Gigi» siempre portaba su sombrero y poncho, como signos visibles de su compromiso y amor por la cultura indígena. Asimismo, su respeto se reflejaba en el dominio del quichua y en su esfuerzo por celebrar las misas y los cantos en este idioma, los cuales difundió a través de Radio Latacunga.
Para Hortensia, el «Padrecito», como lo llamaban con cariño, se ha convertido en un «angelito». Aunque el dolor de su partida es grande, queda la esperanza de que él sigue cuidándolos desde el cielo. «Yo tengo esa esperanza de que no estamos solos. Él siempre va a cuidarnos. Es una tristeza enorme; pero solo le digo: hasta pronto, Padre Gigi», dice entre lágrimas y gratitud.
La misa concluyó con cantos en quichua y expresiones de afecto de quienes compartieron con el «Padre Gigi» su camino de fe. Posteriormente, sus restos fueron trasladados a la Cripta de la Basílica del Voto Nacional.
Su partida no es una despedida definitiva, sino una invitación a continuar su misión de amor y servicio en las comunidades más vulnerables del Ecuador. El P. Luigi Ricchiardi deja una huella imborrable en la historia de la misión salesiana en el país, siendo un verdadero regalo del Señor para la presencia salesiana en el Ecuador.
Fernanda Vasco | Oficina Salesiana de Comunicación