Jennifer Matailo: «Nosotros somos esperanza para otros jóvenes»

El 23 de abril del 2023, Jennifer Matailo fue enviada como voluntaria a la Comunidad María Inmaculada Auxiliadora de Cariamanga, Loja, de las FMA. Tras graduarse de la universidad en la carrera de Trabajo Social, ella quiso cumplir un sueño y tomó una decisión importante: entregar un año de su vida al servicio de niños, niñas y jóvenes.

Aunque la mayoría de chicos y chicas realizan el voluntariado tras culminar el colegio, en el caso de Jennifer no fue posible porque sus padres consideraron que debía dar prioridad a los estudios universitarios. Ella aceptó esa disposición de su familia, pero no abandonó el sueño de ser voluntaria y siguió colaborando en la Comunidad de Machala.

«En mi decisión tuvieron mucho impacto los voluntarios que llegaron a Machala, pues eran dos jóvenes que hicieron el voluntariado luego de culminar la universidad. Ellos me animaron y me dijeron: tú si puedes hacerlo». Asimismo, Jennifer resalta que sus referentes fueron los jóvenes del MJS de su ciudad y el P. Rubinsky Sánchez y P. Franklin Arévalo quienes le guiaron y motivaron a seguir adelante.

Ahora que terminó su voluntariado, ella comparte las vivencias de este tiempo en donde está segura que la recordarán por su alegría, por estar en el patio siempre conversando con los chicos y porque plasmó, en cada actividad, el lema que dijo con fuerza el día de su envío: ser vida y esperanza.

El desafío de ser docente

Durante el voluntariado, una de las actividades que desempeñó Jennifer fue la docencia en la Unidad Educativa Fiscomisional María Auxiliadora. Allí compartió sus conocimientos como profesora de religión, actividad que llenó su corazón por la cercanía con los estudiantes. «A mí siempre me ha gustado trabajar con niños y jóvenes. En Machala colaboraba en el refuerzo escolar, y en el proyecto Taza Llena donde se brinda ayuda a niños de escasos recursos».

En esta labor, Jennifer no se limitó a planificar contenidos y a impartir clases, sino que se preocupó por escuchar a los estudiantes, demostrarles su afecto y darles la confianza para que le cuenten sus preocupaciones y sus problemas. De esta manera, ella plasmó la frase de Don Bosco que dice: «No basta amar a los niños, es preciso que ellos se den cuenta que son amados».

Uno de los desafíos más importantes que tuvo fue la animación y el acompañamiento de varios grupos juveniles. Todas las tardes, de lunes a viernes, tenía que llevar la formación de monaguillos, infancia misionera, entre otros, y cumplir con estas responsabilidades constituyó todo un reto que le dejó aprendizajes valiosos como la importancia de organizar su tiempo y de trabajar en conjunto para llevar adelante con éxito las tareas propuestas.

Aprendizajes de la vida comunitaria

«Yo pasé un momento difícil cuando estaba en el voluntariado. Mi hermana sufrió un quebranto en su salud y yo quería volverme, estar con ella. En ese momento, una hermana me dijo: ‘María Auxiliadora ocupa tu lugar y ella va hacer que las cosas salgan bien», así recuerda Jennifer uno de los episodios más complicados de la experiencia. Sin embargo, le dejó un aprendizaje valioso: valorar mucho más la fuerza de la oración personal que permitió que todo salga bien para su familia.

De igual manera, el vivir de cerca con las hermanas y compartir diferentes actividades con ellas, le permitieron, primero, comprender la importancia de dejar que Dios guíe el camino de la vida y, segundo, mirar de cerca su relación con los jóvenes e imitar las virtudes que tienen para guiarlos por el sendero correcto.

Porque decir Sí al voluntariado

Aunque los recuerdos en su corazón son muchos, ella recuerda la historia de una joven que marcó su experiencia de servicio y que resume el propósito de su misión. «Una chica se integró al grupo juvenil por obligación. Ella siempre llegaba brava y se molestaba con las cosas que compartíamos. Incluso su mamá habló conmigo y me contó que tenía un bajo rendimiento académico. Pero, cuando fue el programa de despedida, la chica se acercó y me dijo: gracias, perdóname por los malos gestos, pero no sabía que todo lo que decías me iba a servir».

Luego de ese acontecimiento, Jennifer supo que valió todo su esfuerzo por esa joven y por más chicos y chicas que buscan un refugio en los voluntarios que llegan para enfrentar sus problemas, sus preocupaciones. Es por eso que su compromiso, de hoy en adelante, será siempre darles ánimo, compartirles la chispa del carisma salesiano y que sean luz para otros jóvenes. «Por más cansancio que uno siente, ver el rostro feliz de un niño, de un joven es el mejor agradecimiento que he tenido».

La misión para esta joven no termina. Sus planes son estudiar lenguaje de señas y poder desempeñarse como profesional en una obra salesiana, pues se siente identificada con el carisma y con la misión educativa que une tanto a los SDB como a las FMA.

«Nuestra labor no finaliza con el voluntariado, sino que inicia una nueva etapa de invitar a más jóvenes a que vivan esta experiencia que los va a enriquecer en la parte humana, espiritual y los va a ayudar a discernir que es lo que quieren para su vida», es el mensaje final de Jennifer, cuyo testimonio es una motivación a no abandonar los sueños y perseverar en lo que uno anhela, poniendo siempre la confianza en Dios.

Cristian Calderón
Oficina Salesiana de Comunicación

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