Cuando San Pablo escribe a la comunidad de Tesalónica les dice: «Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con ustedes en Cristo Jesús». Al estar cerca de concluir este año 2025, lo primero que tenemos que decir es «gracias Señor»; tenemos que estar agradecidos con el Señor, no importa las circunstancias que hayamos vivido este 2025, pero si estás leyendo este artículo es porque estás con vida y esa es razón suficiente para decir gracias.

El año Jubilar que hemos celebrado «Peregrinos de Esperanza» ha sido un tiempo sagrado que la Iglesia, en su sabiduría de acompañar al Pueblo de Dios, nos ofrece para una renovación espiritual y de reconciliación; un tiempo que nos ha servido para mirar el futuro incierto con mucha esperanza. Ciertamente que para nuestro país también ha sido un año marcado por la violencia desatada en las calles que ha segado la vida a muchos seres queridos, pero nosotros los cristianos sabemos que Dios sigue trabajando en los corazones de sus hijos y espera una respuesta generosa de cada uno de nosotros. Es por ello que, ahora más que nunca, hay que agradecer por el don de la vida y el don de la salud que hemos tenido.

Ser agradecido es una actitud del carácter que se va dando cuando reconocemos que lo que tenemos y lo que somos viene de Dios.  Cuando aprendemos a depender totalmente de Él y a darle todo el reconocimiento; eso nos mantiene con paz en nuestro corazón. Ser agradecido es mirar todo lo que tenemos, todas las bendiciones que Dios nos ha dado, en lugar de estar quejándonos por lo que no tenemos y por lo que no somos.  En el agradecimiento está el secreto de la felicidad.

La gente feliz no es la que agradece porque tiene todo lo que quiere; la gente feliz es la que agradece por lo que ya tiene, sea mucho o poco. La felicidad no es algo que te va a ayudar a lograr cosas; la felicidad es algo que te ayuda a valorar las cosas que ya tienes. Cuando somos agradecidos entendemos que los problemas y obstáculos son parte de la vida. Siempre han estado y siempre estarán. Muchas personas no saben qué hacer con ellos, algunos se turban, se paralizan y dejan que los problemas los ahoguen.

La primera clave de la gratitud es entender que las situaciones cambian constantemente; por lo tanto, no puedo depender de ellas. Si algo es seguro es que las circunstancias cambian. Será grande mi frustración si vivo de acuerdo a ellas.

La segunda clave de la gratitud es que, en cualquier situación, la prioridad absoluta, lo realmente esencial, es mi relación con Dios.  Siempre podemos y hemos de hacerlo, poner a Dios en primer lugar, y cuidar nuestra amistad con Él.

La tercera clave de la gratitud es entender que Dios se interesa en mí como Padre, y que jamás me puede suceder algo que está fuera de su soberanía. Verdaderamente nada escapa del cuidado y control de Dios. Eso me permite estar en paz.

La cuarta clave de la gratitud es entender que la voluntad y los caminos de Dios son muchas veces un misterio, pero a la vez sé que todo lo que Él quiere y permite en mi vida es para mi bien.

La quinta clave de la gratitud es entender que, en cada situación de la vida, siempre se despliega algo del amor y bondad de Dios. Esto me compromete a buscar esa manifestación y estar preparado para recibir sorpresas y bendiciones.

La sexta clave de la gratitud es considerar las circunstancias no como un fin en sí mismas, sino como parte del trato de Dios conmigo. Su propósito de moldearme para ser la persona que Él quiere que sea, y el modelo siempre es Jesús.

La séptima clave de la gratitud es entender que cualquiera que sea mi situación en este momento, es pasajera, temporal y no puede robarme el gozo y la gloria que finalmente tengo en Cristo.

Que el año 2026 sea un año lleno de bendiciones y que nunca nos olvidemos que nuestro amor a Dios, es porque Él nos amó primero.

P. Edwin Marcelo Coronel, SDB
Párroco “María Auxiliadora”